lunes, 14 de julio de 2014

Fútbol lírico

Bueno, terminó el mundial de fútbol y quedamos, muchos, prendidos por ese espectáculo que puede significar tanto. Es que el fútbol argentino tiene ese origen humilde, el potrero, tan esperanzador a veces; lleno de artistas, de escritores, de románticos, tiene historias que contar y para rato.
Una, que acabo de conocer, es de acá, de Rosario, esta ciudad en la que vivo (y me llega por un especial español, ¡barajo!): la historia de Tomás Felipe Carlovich. El Trinche.
Les dejo el video. Vean quién fue este jugador que en su tiempo "llenó de fútbol la cancha".

La leyenda del Trinche


domingo, 23 de febrero de 2014

Historias raras rarísimas

El día de ayer estuvo bien. Una parte de la tarde la pasé en lo de un amigo a mate amargo, y a la vuelta me dediqué a leer dos historias de las más bizarras que tuve el gusto de leer.
Primero: El uruguayo, una novela corta de Copi, en la que le escribe a su Maestro desde Montevideo. Comienza con algunos chistes y termina con una ciudad devastada por la arena, habilidades paranormales y qué sé yo. Voladísima y excelente.
Segundo: La lengua de Chifu, cuento de Liao Yiwu que puso a prueba mi estómago y me hizo acordar a Tripas, de Chuck Palahniuk.
¿Alguna otra sugerencia?

domingo, 6 de octubre de 2013

Los juegos de antes

Las tabernas eran apestosa. (...) Pero con todo y eso ahí se jugaba de relajo. Se pasaban la vida en esa bobería. Los negros tenían afanes de buenos competidores en los juegos. Yo me acuerdo de uno que se llamaba "la galleta". La operación para ese juego era de poner en un mostrador de madera o en un tablón cualquiera, cuatro o cinco galletas duras de sal y con el miembro masculino golpear fuerte sobre las galletas para ver quién las partía. El que las partía ganaba. Eso traía apuestas de dinero y trago. Lo jugaban igual negros que blancos.
Otro juego de relajo era el de la botija. Cogían una botija grande con un agujero y metían el miembro por él. El que llegara al fondo era el ganador. El fondo estaba cubierto de una capita de ceniza para que cuando el hombre sacara el miembro se viera bien si había llegado o no.
Miguel Barnet, Biografía de un cimarrón

Sin palabras.

domingo, 4 de agosto de 2013

Sobre la atracción a lo desconocido o "me gustó una extranjera"

(Entre Marcos y Lucas)

—Así que... viajaste, eh.
Sí. Mendoza. Estuvo bien.
¿Bien?
(Sonríe.) Excelente. De puta madre.
Así me gusta. ¡Ja! Con el toque español y todo: "de puta madre", ¡cabrón!
Ja ja. Hablé con una mina--
Oh, mirá vos. De picaflor.
¡Cierre el pico! Española, de Pamplona. En un momento me dijo: "la base de datos de virus--"
"--ha sido actualizada." ¡Uh! Me caigo y me levanto. ¿Así? ¿Con esa voz?
(Ríe.) Igualito le salió. ¿Qué tenemos con los acentos extranjeros?
Me calientan.
Bue.. ok, eso mismo digo. Pero, ¿por qué?
¡Uf! Em... ni idea, no me decido.
Yo tampoco.
Tengo una amiga española... (Pausa.) Sí, no sos el único acá. Le voy a pedir que me diga eso. Que lo mande en audio, no sé. A ver qué pasa.
Ok. Pero la figura ayuda también. Digo.
...
La mina estaba buena.
Ah. En conclusión: las extranjeras están buenas.
Uh, ¡no!. Esa mina estaba buena. Pero, no sé, siento que el acento ayudó... bastante, eh.
Puede ser. Mirá... cebáme uno, che... mirá, me parece que eso te atrae--
"Eso" es una mujer.
"Eso", que sea extranjera, te atrae porque no conocés el lugar de donde viene. Y no me interrumpas.
Viene de España.
¿Alguna vez estuviste en España?
Eemmm...
Bien. Ni siquiera es necesario que venga de otro país, ¿no? Lo desconocido atrae, che, justamente porque no lo ves todos los días.
Ok, Freud, gracias por la buena onda. Igual, insisto: la figura ayuda.
La figura siempre ayuda, boludo. Que seas estudiante no significa que seas casto.

miércoles, 10 de abril de 2013

Me sigue hablando

Aviso de antemano: este mate viene amargo.
El mundo conspira para decirme algo. "¿Qué cosa?" preguntarán algunos. No importa, todavía no. El tema aquí es esa sensación (porque es una sensación) de ver al mundo planeando, moviéndose a voluntad con el sólo propósito de dialogar con uno. Todo lo que veo y escucho, cada cosa que hago me lleva a esa idea que grita en mi cabeza. Llega un momento en que quiero gritar con ella, o escuchar lo que me dice.
No me malinterpreten, me gusta esa sensación: nada mejor que tener las cosas claras. ¿Cuántas veces el hombre supo lo que quiere? Todo un privilegio.
Lo que me molesta es que siga tiempo después de haber gritado junto a la voz en mi cabeza. Esa insistencia me parece no inútil, sino insoportable.
Me quedo corto: es de hijo de puta. Ahí va. El mundo conspira para decirme algo y yo pienso que lo hace porque es un insoportable hijo de puta.
Ya desaté el nudo gordiano en mi cabeza.
Ya aclaré mis dudas.
Ya hablé con ella.
Pero el mundo me sigue hablando.

jueves, 24 de enero de 2013

Bradbury

Al cruzar el jardín, Douglas Spaulding rompió una tela de araña con la cara. Una línea aérea, invisible y única, le tocó la frente y se quebró en silencio.
Así, con el más sutil de los accidentes, Douglas supo que aquel día sería distinto. Sería también distinto porque, como explicaba su padre mientras lo llevaba con su hermano Tom, de diez años, fuera del pueblo, había días que eran sólo un aroma, y el mundo entero entraba y salía por la nariz. Y otros, dijo después, eran días de oír las trompas y trinos del universo. Algunos días eran buenos para gustar, y otros para tocar, y otros para todos los sentidos a la vez. Y ese día, asintió Douglas, olía como si una huerta enorme y anónima hubiera crecido de noche más allá de las colinas, cubriendo el mundo con su cálida frescura. El aire olía a lluvia, pero no había nubes. De pronto un hombre cualquiera podía reír en los bosques, pero reinaba el silencio.

Ray Bradbury, El vino del estío

domingo, 9 de diciembre de 2012

Medianoche, hablando por teléfono

—¿Terminó la sobremesa?
—No, vamos por el brindis.
—¿Brindis? ¡Cumpleaños!
—No, mas bien por despedida de año.
—Ah, mirá. Hoy leí en facebook un mensaje de despedida de año. Pensé que era un poco apurado, veo que no. Dos seguidas me hacen dudar.
—No, ¡no es apurado! Ya se armó el arbolito, listo, ¡autorización oficial para arrancar con las despedidas del año!

¿Quién dijo que el último día del año es el 31?
Y me pregunto, ¿en qué día empieza el próximo?